Hasta hace no mucho, lo común al acudir a comprar una lavadora era que te explicasen la capacidad de la misma, los diferentes programas que ofrecía y, si acaso, que consumía poco… caso error, dado que ese último dato en muchos casos podía no ser del todo correcto.
Sin embargo, hoy en día una información recurrente que nos machacan cuando nos disponemos a comprar una lavadora nueva es la importancia de la eficiencia energética, pero, ¿qué es eso? ¿Por qué debemos comprobar que nuestra lavadora cuenta con el certificado energético? ¿Y por qué nos lo repiten hasta en la sopa?
Eficiencia energética, más que un etiquetado
Grosso modo, llamamos eficiencia energética al uso eficiente de la energía. Aunque redundante, esto implica que nuestro electrodoméstico no solo está cumpliendo con su función, sino que lo está haciendo mientras consume la menor cantidad de energía posible. Esto tiene dos consecuencias:
- La primera y más directa, que las facturas serán más livianas.
- La segunda, que se contribuye a la preservación del medio ambiente.
En este sentido, para saber qué electrodomésticos son los “buenos”, basta con consultar el etiquetado de eficiencia energética, una medida impuesta por la Unión Europea desde el año 2010 y que revela desde la calificación A+++ hasta la calificación D el gasto energético de los aparatos.
Por su parte, A+++, que sería la opción ideal en todos los casos, supone un ahorro energético de hasta el 40% en luz y agua, lo que implicará un ahorro de esa cuantía en la factura, pero además una notable reducción en el consumo de recursos, por lo que la adquisición de estas lavadoras eficientes no sería sino una medida eco, factible y claramente amortizable tras su compra.
Entonces, ¿en qué me fijo cuando me presenten a mi nueva lavadora?
Repite el mantra “la etiqueta es mi mejor aliada”, porque en ella no solo vendrá la letra y los pluses, sino que se especificará el consumo de agua y luz e incluso el ruido que hace la lavadora durante su funcionamiento. Para que quede más claro, esta fiel amiguita está compuesta por las siguientes secciones:
- Marca y modelo, que no es más que una pequeña presentación del producto.
- Eficiencia energética, que se calcula al comparar el consumo de un programa de lavado normal de algodón a 60ºC con carga parcial con respecto a una referencia de 220 ciclos de lavado, lo que equivaldría a cuánto se gastó tras un año de lavados.
- Consumo eléctrico anual, que compara esa referencia de 220 ciclos de lavado en kilovatios/horas al año.
- Consumo anual de agua, que una vez más, bajo la premisa de los 220 lavados, estima el número de litros consumidos al año.
- Capacidad de carga, para conocer los kilos de ropa que caben en cada lavado de programa normal de algodón a 60ºC con carga completa.
- Eficiencia de centrifugado, la cual indica la calidad de eliminación de agua de la ropa mediante una medición de humedad relativa.
- Ruido, que como se intuye es el ruido representado en decibelios que se produce durante el lavado normal y el centrifugado. A modo de referencia, se podría afirmar que una lavadora ruidosa es aquella que sobrepasa los 40-45 decibelios.
Teniendo en cuenta estas variables ya no solo te puedes considerar un auténtico experto en lavadoras, sino que cuando llegue el momento de que acudas a por una, podrás elegir con criterio propio.
Tras esto, tu mayor problema sería cómo combinarla con el resto de cocina para que esta goce de armonía y estilo propio, pero eso ya es otra historia 😊